La idealización de la palabra escrita es incluso mas antigua que la imprenta. religiones que perdura desde milenios se bazan en algún libro o texto sagrado y poner dichos textos en duda suele ser considerado como el peor de los pecados. En la Edad Media los escritos de toda índole, desde poemas y recetas de cocina hasta discusiones teológicas, se atesoraban en los conventos, donde generaciones de monje se dedicaban a copiarlos e iluminarlos con delicadeza angelical.
Hasta hace pocos años, las escuelas de todo el mundo dedicaron siglos a inculcar a sus alumnos que la educción es una vía de un solo sentido de afuera hacia adentro. si el joven sale de las aulas convencidos de que todo conocimiento llega del exterior y que libros y maestros son voceros de la verdad absoluta, puede llegar a recitar de memoria pasajes de las Sagradas Escrituras o de los clásicos grecolatinos: pero dificilmente sera capaz de explicar porque esos textos dicen lo que dicen.
El peor enemigo de la buena lectura es la credulidad, porque tarde o temprano el crédulo se desengaña y cobra amargo recentimiento contra la lectura, el medio a través del cual lo hicieron tonto. para no dejarse engañar, el lector debe aprender a "leer entre lineas", como se hace cuando no hay libertad de prensa, para inferir aquello que los periódicos no se atreven a decir y descartar aquello que el poder les manda imprimir.
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